Thursday, February 12, 2015

La Virgen María es también la hija de Eva

María fue elegida para ser Madre del Señor Encarnado. Nosotros debemos suponer, que Ella estaba preparada para el servicio tan extraordinario — preparada por el Propio Dios. 

¿Acaso podemos nosotros determinar en qué consistía la esencia y el carácter de esta preparación? Aquí nos encontramos ante la antinomia, la que ya hemos mencionado. La Santa Virgen es la representante de todo el género humano, quiere decir, de toda la humanidad caída, del "Viejo Adán." Pero Ella es también la "segunda Eva" Ella da comienzo a la nueva generación. Por medio del sempiterno consejo Divino Ella ha sido distinguida de entre toda la humanidad, pero esta "distinción" no corta Su unión esencial con el género humano. 

¿Es posible que esta misteriosa contradicción encuentre cabida dentro de un esquema lógico? El dogma católico-romano sobre la Inmaculada Concepción de la Virgen María representa una audaz y noble tentativa de solucionar este problema. 

Pero semejante solución tiene sentido sólo en el contexto especial de un concepto católico, básicamente erróneo, sobre el pecado inicial del hombre. Rigurosamente hablando, este "dogma" resulta ser una complicación inútil y su terminología no muy lograda oscurece la indiscutible verdad de la Fe católica. "El privilegio" de ser la Madre de Dios no se basa en la "liberación del pecado inicial."

En realidad, a la Santa Virgen le fue dada la plenitud de la Gracia y Su pureza personal ha sido cuidada por la conducción del Espíritu Santo. Pero eso sólo no nos preserva del pecado. El pecado fue abatido solamente en el Madero de la Cruz, mientras antes de la Cruz el pecado ha sido el estado común y total de la humanidad, y de ninguna "liberación" del pecado no se podía hablar. 


El pecado no fue aniquilado ni por medio de la Encarnación, aunque ésta representa el comienzo de la nueva Creación. La Encarnación fue sólo la base, "el punto de partida" de la acción redentora del Señor. Y el mismo "Segundo Hombre" entra en la plenitud de su Gloria a través de la puerta de la muerte. La Redención es un acto muy complejo, en el cual es indispensable distinguir aislados elementos, a pesar de que en el sempiterno, supremo consejo Divino la Redención ha sido pensada y solucionada en toda Su plenitud. 

Proyectada sobre el eje temporal, la acción unida redentora se divide en fases separadas, que se reflejan las unas en las otras, y su cumplimiento final se anticipa y se preconstituye en cada una de ellas. La Redención tiene una historia y ésta sigue adelante. María como la Madre de Dios Encarnado halló la gracia de la Encarnación, pero esta no es absoluta plenitud de la Gracia, porque no se cumplió aún la Redención. 

Sin embargo la justicia personal es posible también en el mundo no-redimido, y con más razón todavía — en el mundo, donde se cumple la Redención. El verdadero problema teológico representa el problema de la elección Divina. En la Encarnación la Madre y el Niño están unidos indisolublemente. 

La Encarnación es el punto de viraje completo de la historia, y cada cambio completo es inevitablemente contradictorio: en él se unen lo viejo y lo nuevo. Ulteriormente — silencio. Dejemos las reflexiones y observemos estremecidos la aparición del Misterio.

No comments:

Post a Comment

Note: Only a member of this blog may post a comment.