Wednesday, September 9, 2015

Oficio de Súplica por la Pacificación de las Pasiones de los Hombres


Diácono: Bendice, Señor
Sacerdote: Bendito sea nuestro Dios en todo tiempo, ahora y siempre y por los siglos
de los siglos.
Coro: Amén.
Clero: Gloria a Ti, nuestro Dios, gloria a Ti.
Coro (Tono VI): Oh Rey Celestial, Consolador, Espíritu de la Verdad, que estás en todas
partes y llenas todas las cosas, Tesoro de todo lo bueno, y Dispensador en la Vida, ven
y mora en nosotros, purifícanos de toda mancha y salva nuestras almas, Oh
Bondadoso.
Lector: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros (3 veces).
Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los
siglos. Amén.
Oh, Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros. Oh, Señor, perdona nuestros
pecados. Oh, Soberano, absuelve nuestras transgresiones; Oh, Santo, mira y sana
nuestras debilidades por Tu nombre.
Señor, ten piedad (3 veces).
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los
siglos Amén.
Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre. Vénganos Tu
Reino, hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan sustancial nuestro,
dánoslo hoy, y perdona nuestras deudas, así como también nosotros perdonamos a
nuestros deudores, y no nos dejes caer en tentación, más líbranos del maligno.
Sacerdote: Porque Tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria, Padre, Hijo y Espíritu
Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
Coro: Amén.
Lector: Señor, ten piedad (12 veces).
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los
siglos. Amén.
Venid, adoremos al Rey nuestro Dios.
Venid, adoremos y prosternémonos ante Cristo Rey, nuestro Dios.
Venid, adoremos y prosternémonos ante Cristo mismo, Rey y Dios nuestro.
Salmo 142
Señor, escucha mi oración; esclarece mi ruego en tu verdad: óyeme en tu verdad y no
entres en juicio con tu siervo, porque ningún viviente será justificado ante Ti. Porque
ha perseguido el enemigo a mi alma, ha echado mi vida por tierra. Me ha colocado en
lugares obscuros, como a los muertos del siglo. En mi se ha angustiado mi espíritu y
dentro de mí se ha turbado mi corazón. Me he acordado de los días antiguos, he
meditado sobre todas tus obras, sobre los hechos de tus manos reflexionaba. He
tendido mis manos a Ti: mi alma a Ti como tierra sin agua. Óyeme prontamente Señor,
mi espíritu ha desfallecido. No apartes de mí tu rostro para que no sea semejante a los
que descienden a la fosa. Hazme oír al alba tu misericordia porque en Ti he puesto mi
esperanza. Dime por cual camino iré porque con ímpetu he adherido mi alma a Ti.
Sácame de entre mis enemigos, Señor, porque a Ti he acudido. Enséñame a hacer tu
voluntad, porque Tu eres mi Dios, Tu Espíritu bueno me guiará a tierra de rectitud.
Por tu nombre, Señor, me vivificarás según tu verdad, sacarás de la tribulación mi
alma. Y por tu misericordia destruirás a mis enemigos y vencerás a todos los que
atribulan a mi alma, porque yo, siervo tuyo soy.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los
siglos. Amén. Aleluya, aleluya, aleluya, gloria a Ti, oh Dios (3 veces).
La Gran Letanía
Diácono: En paz, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Por la paz que viene de lo alto y la salvación de nuestras almas, roguemos al
Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Por la paz del mundo entero, la estabilidad de las Santas Iglesias de Dios y
la unión de todos, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Por este Santo Templo y por los que entran en él con fe, devoción y temor
de Dios, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Por nuestro Gran Soberano y Padre, Su Santidad el Patriarca N., por
nuestro Señor Reverendísimo el Metropolitano N., Primado de la Iglesia Rusa en el
Exterior, por Nuestro Señor Ilustre Obispo N., por el honorable presbiterado y
diaconado en Cristo, por todo el clero y el pueblo, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Por este país, por sus autoridades y por todos los que con fe y piedad moran
en él, y por todos los países, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Por la tierra rusa preservada por Dios y por su pueblo ortodoxo, tanto en la
patria y como en la diáspora, y por su salvación, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Para que Él libre a Su pueblo de enemigos visibles e invisibles, y nos
confirme en la unidad, el amor fraternal y la piedad, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Por esta ciudad (pueblo, aldea o monasterio), por todas las ciudades y países, y
por todos los fieles que habitan en ellas, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Por un clima propicio, por la abundancia de los frutos de la tierra y tiempos
de paz, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Por los que viajan por tierra, mar y aire, por los enfermos, los afligidos, los
cautivos y por su salvación, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Para que Él escuche desde Su Santa Iglesia los sollozos y lamentos de Sus
siervos, que han sido encadenados y esclavizados por los inicuos, y que claman a Él con
pena y dolor; y que rescate sus vidas desde la corrupción, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Para que desarraigue de nosotros el odio, la rivalidad y las otras pasiones
que destruyen el amor fraternal, y siembre en nuestros corazones el amor sincero,
roguemos al Señor.
Diácono: Para que nos libre de toda aflicción, ira, peligro y necesidad, roguemos al
Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Ampáranos, sálvanos, tennos misericordia y protégenos, oh Dios, por tu
gracia.
Coro: Señor, ten piedad.
Diácono: Conmemorando a nuestra santísima, purísima, bendita y gloriosa Soberana,
la Madre de Dios y siempre Virgen María, y a todos los Santos, encomendémonos
nosotros mismos y mutuamente los unos a los otros y toda nuestra vida a Cristo Dios.
Coro: A Ti, Señor.
Sacerdote: Porque a Ti es debida toda gloria, honor y adoración, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
Coro: Amén.
Diácono: En el Tono 6, Dios es Señor, y se nos ha revelado, bendito el que viene en
nombre del Señor. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su
misericordia.
Coro: Dios es Señor, y se nos ha revelado, bendito el que viene en nombre del Señor.
Diácono: Todos los pueblos me rodeaban, en el nombre del Señor los rechacé.
Coro: Dios es Señor, y se nos ha revelado, bendito el que viene en nombre del Señor.
Diácono: No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.
Coro: Dios es Señor, y se nos ha revelado, bendito el que viene en nombre del Señor.
Diácono: Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Coro: Dios es Señor, y se nos ha revelado, bendito el que viene en nombre del Señor.
Troparios
Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad de nosotros; porque pecadores como somos
no podemos presentarte ninguna excusa, sólo ofrecemos a nuestro Soberano esta
oración: ¡Ten piedad de nosotros!
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Ten piedad de nosotros, Señor, porque en Ti ponemos nuestra esperanza; no levantes
tu ira contra nosotros, no te acuerdes de nuestras iniquidades; míranos con
misericordia y líbranos de nuestros enemigos, porque Tú eres nuestro Dios y nosotros
somos tu pueblo, somos todos obra de tus manos e invocamos tu nombre.
Ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
¡Bendita Madre de Dios! Ábrenos las puertas de la misericordia para que nosotros, que
ponemos en Ti toda nuestra esperanza no perezcamos, sino que por tu intercesión
seamos libres de toda calamidad, porque Tú eres la Salvación del pueblo cristiano.
Apóstol
Diácono: Atendamos.
Sacerdote: Paz a vosotros.
Lector: Y a Tu espíritu.
Diácono: Sabiduría, Proquímenon en Tono 6°, Salva, oh Señor, a Tu pueblo y bendice
a Tu heredad.
Coro: Salva, oh Señor, a Tu pueblo y bendice a Tu heredad.
Diácono: A Ti, oh Señor, clamaré. Oh Dios mío, no desdeñes mi llamado.
Coro: Salva, oh Señor, a Tu pueblo y bendice a Tu heredad.
Diácono: Salva, oh Señor, a Tu pueblo.
Coro: Y bendice a Tu heredad.
Diácono: Sabiduría.
Lector: Lectura de los Hechos de los Apóstoles [Hechos 12: 1-11]
Diácono: Atendamos.
Lector: Por aquel tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la Iglesia para
maltratarlos. Hizo morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan. Al ver que
esto les gustaba a los judíos, llegó también a prender a Pedro. Eran los días de los
Azimos. Le apresó, pues, le encarceló y le confió a cuatro escuadras de cuatro
soldados para que le custodiasen, con la intención de presentarle delante del pueblo
después de la Pascua. Así pues, Pedro estaba custodiado en la cárcel, mientras la
Iglesia oraba insistentemente por él a Dios. Cuando ya Herodes le iba a presentar,
aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con dos
cadenas; también había ante la puerta unos centinelas custodiando la cárcel. De
pronto se presentó el Ángel del Señor y la celda se llenó de luz. Le dio el ángel a Pedro
en el costado, le despertó y le dijo: "Levántate aprisa." Y cayeron las cadenas de sus
manos. Le dijo el ángel: "Cíñete y cálzate las sandalias." Así lo hizo. Añadió: "Ponte el
manto y sígueme." Y salió siguiéndole. No acababa de darse cuenta de que era
verdad cuanto hacía el ángel, sino que se figuraba ver una visión. Pasaron la
primera y segunda guardia y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad.
Esta se les abrió por sí misma. Salieron y anduvieron hasta el final de una calle. Y de
pronto el ángel le dejó. Pedro volvió en sí y dijo: "Ahora me doy cuenta realmente de
que el Señor ha enviado su ángel y me ha arrancado de las manos de Herodes y de
todo lo que esperaba el pueblo de los judíos."
Sacerdote: Paz a ti, Lector.
Lector: Y a tu Espíritu.
Diácono: Sabiduría.
Lector: Aleluya en el Tono 5°.
Coro: Aleluya (3 veces).
Lector: Levántate, ¿Por qué te dormiste, oh Señor?
Coro: Aleluya (3 veces).
Lector: Por Tu causa estamos muertos todo el día.
Coro: Aleluya (3 veces).
Evangelio
Diácono: Para que seamos dignos de escuchar el Santo Evangelio, roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad (3 veces).
Sacerdote: Sabiduría. De pie. Escuchemos el santo Evangelio. Paz a todos.
Coro: Y a tu espíritu.
Sacerdote: Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (Lc. 11: 5-13)
Coro: Gloria a Ti, Señor, gloria a Ti.
Diácono: Atendamos.
Sacerdote: El Señor le dijo a sus discípulos: dijo también: "Si uno de vosotros tiene
un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: "Amigo, préstame tres panes,
porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle", y aquél,
desde dentro, le responde: "No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y
yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos", os aseguro, que si no se
levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le
dará cuanto necesite." Yo os digo: "Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y
se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le
abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un
pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros,
siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo
dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!"
Letanía Aumentada
Diácono: Digamos todos, del fondo de nuestra alma y con toda nuestra mente,
digamos:
Coro: Señor, ten piedad (En ruso: Góspodi, pomílui)
Diácono: Señor Todopoderoso, Dios de nuestros padres, Te suplicamos nos escuches
y tengas piedad.
Coro: Señor, ten piedad
Diácono: Ten piedad de nosotros, oh Dios, según tu gran misericordia, te suplicamos
nos escuches y tengas piedad.
Coro: Señor, ten piedad (tres veces)
Diácono: Roguemos también por nuestro Gran Soberano y Padre, Su Santidad el
Patriarca N., por nuestro Señor Reverendísimo el Metropolitano N., Primado de la
Iglesia Rusa en el Exterior, por Nuestro Señor Ilustre Obispo N., y por toda nuestra
hermandad en Cristo.
Coro: Señor, ten piedad (tres veces)
Diácono: Rogamos otra vez por este país, por sus autoridades y por todos los que con
fe y piedad moran en él, y por todos los países.
Coro: Señor, ten piedad (tres veces)
Diácono: Roguemos también por los bienaventurados y dignos de eterna memoria
Santísimos Patriarcas Ortodoxos, por los piadosos Zares y Zarinas, por los fundadores
de este santo templo (o: de este santo monasterio) y por todos los ya fallecidos padres y
hermanos ortodoxos que yacen aquí y en cualquier parte del mundo.
Coro: Señor, ten piedad (tres veces)
Tras estas acostumbradas peticionesm el Diácono entona la siguiente.
Diácono: Con los ojos de Tu misericordia, Oh Señor que amas a la humanidad, mira
con compasión las lágrimas, suspiros, gemidos y aflicción de Tus fieles siervos, así
como miraste a Israel cuando estaban en Egipto, y los libraste prontamente, porque
con el corazón contrito te suplicamos con ahinco: ¡Escúchanos y ten piedad!
Coro: Señor, ten piedad (tres veces)
Sacerdote: Escúchanos, Dios salvador nuestro, esperanza de aquellos que moran en
los confines de la tierra y de los que están lejos sobre el mar, se indulgente, oh Señor,
con nuestros pecados y ten piedad de nosotros, pues tú eres un Dios lleno de
misericordia y de amor por los hombres, y te damos gloria, Padre, Hijo y Espíritu
Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
Coro: Amén.
La Oración
Diácono: Roguemos al Señor.
Coro: Señor, ten piedad.
Sacerdote: Oh Señor que eres el Único rico en piedad, que con la amante infinitud de
Tu bondad has oído las súplicas de tus indignos y pecadores siervos, dirigiéndonos a
todos hacia nuestro bien, guiando nuestra vida con Tu sabia Providencia siempre
deseando nuestra salvación;
Tú que por naturaleza eres longánimo y grande en misericordia; Tú que castigas y
sanas otra vez;
Tú que reprendes al hombre con dulzura y amor, no para destruir la obra de Tus
manos, sino para devolverla a su bondad primigenia y a su nobleza original, destruidas
por la debilidad de nuestro entendimiento y por los consejos del gran maldito;
Tú que deseas restaurarlas, y buscas cómo Tu Omnipotencia ha de rescatar lo
quebrantado tras la caída;
Dígnate Tú Mismo, Oh Todopoderoso Señor, a mirarnos a nosotros pecadores y a
escuchar nuestra súplicas.
La multitud de nuestras iniquidades nos ha dejado sin valor ni arrojo, y no osamos
siquiera rogar por el perdón de nuestras trasgresiones.
Pero sabiendo de Tu amor por la humanidad, Tu bienquerencia, Tu suprema
misericordia, longanimidad, rectitud y extraordinaria bondad, y confiando en la
profundidad de ellos y en lo abismal de Tu benevolencia, elevamos nuestras manos
hacia Ti y fervientemente gritamos en alta voz:
Hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos actuado sin justicia, porque hemos
olvidado Tus mandamientos, hemos seguido nuestras viles ideas , y hemos llevado una
vida no digna del Evangelio de Cristo, de Sus sufrimientos y Su humillación
voluntariamente aceptada para nuestra salvación, de manera que nos hemos
convertido en oprobio para quienes de verdad Te aman.
Hemos horrorizado a Tus sacerdotes y a Tu gente, nos hemos apartado y no damos
frutos; ninguno ha actuado con justicia y rectitud, ni siquiera uno.
Nos separamos de Tu compasión, Tu amor por la humanidad, y de la benevolencia de
Tu misericordia, nuestro Dios, por causa de nuestra maldad y de la bajeza de los
emprendimientos vividos.
Tú eres longánimo; nosotros merecemos azotes.
Conocemos Tu benevolencia, aunque seamos ignorantes.
Nos han golpeado con suavidad considerando las cosas a las que hemos ofendido.
Tú eres imponente; ¿quién puede oponerse a Ti?
Tú has hecho temblar las montañas; y ¿Quién puede argumentar contra la fuerza de Tu
brazo?
Si Tú cierras los cielos ¿Quién los puede abrir?
Y si Tú cerrases Tus compuertas ¿Quien lo sobreviviría?
Es cosa fácil a Tus ojos empobrecer y enriquecer, dar vida y matar, enfermar y sanar;
Tu menor deseo es obra ya realizada.
Te has puesto iracundo, y nosotros cometimos afrentas; ninguno de los antiguos habló,
confesando.
El tiempo está contra nosotros diciendo: hemos pecado, y Tú te has enfurecido con
nosotros; por eso nos convertimos en oprobio para nuestros vecinos.
Has apartado Tu rostro, y nos envuelve la deshonra.
Pero calma Tu cólera, Oh Señor; absuelve, Oh Señor; ten piedad, Oh Señor; y no nos
desampares por completo a causa de nuestra iniquidad, ni castigues a otros con
nuestras lacras.
Concede que nos purifiquemos a través del sufrimiento de otros. ¿Quiénes son esos?
Naciones que no Te conocen y reinos que no obedecen Tus leyes.
Pero nosotros somos Tu pueblo y la vara de Tu herencia.
Por tanto, refórmanos, pero en bondad y no en Tu ira, no hagas que nos apoquemos,
no vaya a ser que nos envilezcamos mas que todo lo que vive en la tierra; porque Tu
misericordia es inefable, Tu amor por la humanidad es insuperable, y la riqueza de Tu
bondad es incalculable;
Y, confiando en ello, rogamos y suplicamos, doblando la rodilla de nuestros corazones:
Cesa de herirnos con el filo de Tu furia, te suplicamos con ahínco, como en lo viejos
tiempos de David, Tú obras en conformidad a Tu pueblo, si mostramos el debido
arrepentimiento;
Pero como Tú eres todo bondad, deja de lado Tu enojo y calma tu justa furia, y concede
la sanación a los que sufren, fortaleza a los debilitados y presérvalos en buena salud.
Aleja de Tu pueblo todo dolor y enfermedad; libera a todos del temor de sufrirlas,
manteniéndolos libres de ataques de sus anteriores dolencias, y con Tu brazo
todopoderoso mantenlos incólumes frente a la miseria cruel y la aflicción perniciosa:
En verdad el furor de Tu ira nos ha sacudido y acongojado a todos.
Y a pesar de que no nos alejamos por completo de nuestros actos inicuos, Tú Mismo
libéranos de la conciencia maligna, y concédenos el poder agradarte en toda buena
obra.
Por las oraciones de la Purísima Madre de Dios, la Siempre Virgen María, quien Te dio
a luz sin haber conocido hombre, y por la intercesión de los santos ángeles que
contemplan a Dios y de todos los santos.
Exclamación: Porque Tú eres pozo y manantial de misericordia y fuente inagotable de
benevolencia, y elevamos gloria a Ti, y a Tu Padre sin comienzo y a Tu santísimo,
bueno y vivificador Espíritu, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.
Coro: Amén.
Despedida
Diácono: Sabiduría.
Sacerdote: Santísima Madre de Dios, sálvanos.
Coro: Tú eres más venerable que los Querubines e incomparablemente más gloriosa
que los Serafines a ti que sin mancha diste a luz al Verbo de Dios y que
verdaderamente eres la Madre de Dios, a ti te celebramos.
Sacerdote: Gloria a Ti, oh Cristo, esperanza nuestra, gloria a Ti.
Coro: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de
los siglos. Amén. Señor ten piedad (3 veces), Bendice.
Sacerdote: Cristo, verdadero Dios nuestro, por las oraciones de su Purísima Madre,
de San N., y de todos los santos y de los santos y justos progenitores de Dios Joaquín y
Ana, se apiade y nos salve, por su bondad y amor a la humanidad.
Coro: Amén.


                                 Catecismo Ortodoxo 

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